lunes, 22 de abril de 2019




MAR DE MÚSICA
 IV


   HASTA SIEMPRE, COMANDANTE COHEN

SEGUNDA PARTE


Tan pronto como salió su último disco, el You want it Darker (2016), Leonardo Cohen tomó su equipaje ligero, un maletín lleno de ideas sin terminar, sus poemas favoritos, el recuerdo de sus amores, su amor por el Todo, y emprendió el viaje al más allá. Pero por dos años, yo me negué a escucharlo en youtube, o cualquier otra vía de streaming gratuito. En la casa de mis padres, la polvosa colección de discos de mi father se precia de tener todos los LP’s originales de sus ídolos roqueros, de sobra está decir que entre los solistas más apreciados, está don Cohen, quizás sólo detrás de Dylan (por cierto, muchos pensamos que, si acaso se le iba a conceder el polémico Nobel a algún roquero literato, debió ser a Leo, más que a Bob, aunque tampoco hubiera podido asistir a recibirlo, por su delicado estado de salud). Así pues, los últimos dos Old ideas (2012) y Popular Problems (2014), me encargué de comprarlos aún en una decadente Mixup, y se incorporaron a la colección de discos originales de mister Leonard. Pero con el último ya no fue tan fácil. En las tiendas de discos que visité, me miraban como a un loco al mencionar su nombre, aun cuando su muerte estaba en todos los medios masivos de desorientación. Y mi padre ya no tenía una tarjeta de crédito, ni caminaba ya hasta su estudio donde juntos, por varios años, solíamos escoger los discos que él mandaba pedir por Amazon, y llegaban como traídos por cigüeñas, hasta las puertas de esta, La Casa que Canta. Entonces me quedé sin oír el You want it darker un par de añejos, acaso ponía la primera rola, y ante sus poderosas palabras y textura tipo réquiem, me detenía, apagaba la compu, y más bien furioso, me prometía comprar algún día su último disco original, y lo escucharía con mi padre, su discípulo y mi maestro, en la sala de este soleado hogar, así fuera el último álbum que comprara para esta colección de mi laureado padre, don José Agustín. Pero mis escasos ingresos difícilmente me permitieron ir a la Gran Tenochtitlán, donde intuía que podría encontrar el disco en librerías como el Péndulo, en la Roma. El caso es que esa posibilidad se fue alejando, año tras año, mes tras mes, día tras día, pensamiento a pensamiento, como el pasillo que se vuelve un túnel casi infinito en Poltergeist, y frustrado, me prohibí escuchar esas nueve canciones, y por consecuencia, mis jefes tampoco las escucharon, por dos años, aun cuando yo me moría de ganas de oírlo gratis en yutub, y compartirlo con mis vetustos padres; Pero era una cuestión de principios, para entonces, algo personal, el pagar, como familia, por ese disco compacto, como lo habíamos hecho por todos los otros de don Leo, para colocar aunque sea unos centavos en la bóveda del tesoro de mister Cohen, que en mi opinión, merece cualquier tipo de retribución, por sus palabras mágicas, aún en este decadente esquema capitalista. Así rodaron los días del calendario, hasta que, para salvarnos de esta maldición, permítanme agregar un personaje catalizador, en esta historia real, y a continuación les presento a Karen, mi novia, la mujer más dulce que yo haya conocido, y que aparece en esta historia salida de un sueño o un misterio nocturno y humeante, una dama tan bella como las mejores musas de las bellas artes, al menos a mis ojos. Ella me permitió acercarme otra vez a su vida, después de que fuimos novios hace veintitantos años, en nuestra adolescencia, y permanecimos ligeramente enamorados de nuestro recuerdo juntos, pacientemente alejados desde entonces, en silencio mutuo, vivimos nuestras vidas y de pronto, cuando los dioses lo consideraron divertido, nos reunieron otra vez. Y esa es la razón de que yo esté escribiendo este Blog, aparte de para rendir un justo homenaje a mi padre, otrora tan vital, y hoy tan silencioso, es para impresionar a Karen, mi amor y mi amante, el carbón y el fuego que alimentan la locomotora de este Memorial de nuestra Amnesia/Naufragio en un Mar de Música… Fue ella quien, en secreto, mandó pedir el You want it darker, por internet (yo me aferraba a la idea de comprarlo en la vida real, o sea en alguna tienda o el Tianguis del Chopo), y lo guardó hasta nuestra primera navidad juntos, y me lo regaló en el corazón de la noche buena del 2018, y al fin pudimos escucharlo mis padres y yo, junto a ella, y esa es la razón de este renacimiento, la brisa tan cálida y húmeda que sopla bajo este salto de fe, con cada beso tuyo, mi Cielo. El disco comenzó, y el espíritu de Leonard Cohen habitó, una vez más, este templo musical, que siempre fue su casa, tan querida y abandonada tantos años atrás por las furias creativas que antaño lo habitaron, con mi padre dándole duro a la máquina de escribir, escuchando las Canciones de Leonard Cohen, de su primer álbum, y participando del encantamiento de las bellas artes, salidas directo del manantial, dándole fuerza para escribir como los grandes.
Recuerdo a mi padre comprando el I’m your Man, y declarando que ya era mucho más comercial y accesible que sus discos como trovador/cantautor, los que le dieron su primera fama, en los sixties, cuando sólo era superado por el invencible Bob Dylan, y acaso no tan popular como Paul Simon, perseguidos los tres, siempre de cerca, por el carnal Neil Young (y detrás de él, Donovan, Gordon Lightfoot y Cat Stevens, en esta carrera de velocidad y resistencia) y todos superados sólo quizás por Lennon, en su faceta de solista, al menos en popularidad, John es el indiscutible Rey de los Jipis, y su mensaje de Amor y Pax. Pero en tercer lugar de éxitos, Cohen, y primero en poesía, en el mundo de la Gran Rocka que Rueda, por lo menos. Además de longevo y productivo, su carrera fue siempre ascendente y cada vez más pulida, cada uno de sus últimos discos, brillantes como el diamante de un eclipse solar; Lento pero seguro, su producción es más escasa pero más selecta que la de Dylan, quien tiende más a una fertilidad sin freno, tipo Woody Allen, un tercer judío asombrosamente lenguaraz.   
Pero sin duda el Darker… es la cereza en el pastel, la corona de su creación, sólo detrás el disco debut, quizá la segunda más inspirada de sus obras. Cuando al fin lo escuchamos en casa, busqué un rincón en esa querida oscuridad, y como reza la novela de Philip K. Dick: “Fluyan mis lágrimas, dijo el policía” (del Karma), me dije a mí mismo, y al fin me permití estar una última vez con el maestro Leonard Cohen, mientras miraba de reojo a mi padre, mudo ante el poder de estas últimas letras ardientes, y levantando la vista como quien mira una aparición, casi como el joven Frankenstein tratando de atrapar la música del violín en el aire, mi padre escuchó: “You want it darker, we kill the flame”, “I’m ready my lord”, reza Leonard Cohen, y yo no pude dejar de pensar en la Pulsión de Muerte, como ya lo dijo Freud, no me acuerdo en que lado, una pulsión que yo y mi accidentado padre sentimos fuerte, como la atracción de un abismo negro en el centro de una galaxia, una atracción fatal que por poco nos devoró en las noches más oscuras de nuestras almas. Recordé que, antes del accidente, mi padre pregonaba que su muerte era ya inminente, e incluso le había lavado ya el coco a la familia con una supuesta fecha, en la que pronosticaba su deceso, un disparate salido de su mente alterada, sus creencias como vidente, y quizás algunos infartos cerebrales de otra manera imperceptibles, agregó mi hermano, el doctor Jesús. Pero no era tal su destino. El accidente en Puebla lo demostró. A la muerte no se le llama banalmente, he ahí el detalle del suicidio, ese que pregonaba la terrible “One of us cannot be wrong”, del primer álbum de Cohen, cuando el Maestro le fallaba al alumno, el mismo mensaje de la “Master’s song”: “…And just when I was sure, that his teachings were pure, He drowned himself in the pool!” (y en mis peores momentos, mientras limpio la alberca de mis padres, no puedo dejar de pensar en mi cadáver hundido en el agua azul, o peor aún, mi padre sumergido con todo y silla de ruedas, en esa alberca que hoy en día yo limpio como si fuera una manifestación de nuestras almas, that heart shaped pool donde mi papá pasó una buena parte de su vida, nadando como un Tritón gigante). Pero ni él ni yo, que tanto invocamos a la Calaca inútilmente, nos atrevemos al auto homicidio, y por lo tanto estamos condenados a vivir en la misma cápsula cósmica, pues aun no nos hemos ganado esa buena muerte, esa buena muerte que su personaje de Vida con mi viuda se ganó frente a la Flor azul, esa que el buen Leonard Cohen se ganó en su cama, tras una leve caída nocturna. Descansa en paz, viejo amigo, si es que puedes, escuchando mis necedades. Si aún tienes un momento para este bufón, no te quito mucho más tu tiempo.


            Ante el nuevo material, mi padre guardó silencio, pues desconocía las letras, para corearlas, como gusta de hacer con todos los grandes éxitos de sus ídolos, Leonardo en un lugar muy especial. Pero escuchó atento y conmovido, como si se tratara de un viejo amigo, que lo visitara en la hora final. Era el espíritu de Cohen, volando por toda la habitación, mi madre también asombrada de las oraciones contenidas en esas canciones. Al verlo, creo que mi papá se lamentó de porque lo han dejado atrás, todos esos fantasmas del rocanrol que partieron recientemente, como Fats Domino, Tom Petty, Chuck Berry y Aretha Franklin (o Chris Cornell, Scott Weiland y hasta Keith Flint, agregaría yo), además de claro, Bowie y el mismísimo Leonard Cohen: Y al ver todos esos espíritus pasar (“U R All welcome...! There is peace and serenity, in the light…”), pude ver que mi padre se preguntaba cuando llegaría su hora, su honorable muerte, poniendo cara de Marcello Mastroiani cerca del final de Divorcio a la Italiana, una de sus pelis favoritas, cuando la recién autoviuda, una mujer de negro, cornuda y asesina, pasa frente a él con una pistola humeante, y le dice: “He restaurado mi honor”, y Marcello murmura: “¿Y el mío?”…
Y así, asombrosamente, fui testigo por última vez de la hermandad de estas dos almas creativas, José Agustín y Leonard Cohen, cuando de pronto, sin conocer la canción, mi padre comenzó a cantar el coro de “Treaty” (y me permito recordarles, o aclarar a quienes lo desconozcan, que mi padre realmente padece de amnesia de lo reciente), donde Cohen arranca quejándose con Jesucristo, de que su vino ya no lo embriaga… Pero mi jefe comprendió, cachándola en el aire, antes que yo, que también se trata de una canción de amor (…“I wish there was a treaty, beetwen your love & mine”…) donde se ruega por un tratado de paz, entre los amantes, entre la guerra y la paz del amor, donde todo se vale; Cohen y mi father, suspiraron sincronizados, por un pacto entre aquellos que dicen amarse, una firma que ponga fin a las distancias, discusiones y peleas inútiles. Pensé en lo mucho que lo he visto batallar con mi madre, también pensé en mis propias batallas y las de todas las parejas que he conocido, con sus guerrillas internas, caseras e intrascendentes, y en mis primeros altercados con Karen, generalmente por celos, y escuché la canción, y también anhelé ese tratado de paz entre las parejas de buen corazón.
Después vienen tres baladas tipo oldies, en tono casi Twin Peaks, que recuerdan las de The Future: “Leaving the table”, donde asegura que se levanta de la mesa, se retira del juego, no apuesta más: “No necesito un amante, así que soplen y apaguen la flama”; Bota sus cartas, vemos que traía póker de reinas, y un as bajo la manga. “If I didnt have your love” es su última canción de amor, con un órgano angelical y un piano muy sencillo, y me queda claro que yo no hubiera recibido estos mensajes tampoco, si no tuviera tu amor, Karen de mis sueños, reina de mí corazón. Más adelante viene una joya en clave blusera, maliciosa y sensual, pero ahora con el desamor como tema central, una auténtica carta de despedida, el último deseo de un moribundo muy lúcido, donde retornan finalmente los clásicos coros de sirenas enamoradas, una marca de la Casa Cohen: “Traveling light”, un juego de palabras intraducible, pues se refiere tanto a una “Luz Viajera”, como a un “Equipaje Ligero”, es decir, una luz viajante que sólo se lleva, al otro mundo, el recuerdo de su amor por una dama, por este mundo, algunos poemas entre papeles y memorias, y nada más, es hora de partirnos en dos. Aquí la ruptura amorosa se compara con la muerte y don Leo proclama su hermandad con otros espíritus vagabundos, radicales libres, corazones solitarios… Siempre que se hace una mudanza, es una buena oportunidad para deshacerse de mucha basura, tanto física como espiritual, y de seguir con esa tendencia, para cuando llega la mudanza final, la del cuerpo y el alma, ya se debería uno de haber deshecho de todo lo innecesario, todos los lastres de un karma pagado, para proceder entonces a la demudación, al despegue desencarnado, hacia las estrellas, nuestro destino. Finalmente, no puedo dejar de mencionar “It seemed the better way”, la más negra de todas estas criaturas nocturnas, que arranca con murmullos de canto gregoriano y un violín desgarrador, pues su inspiración es tan pagana como fiel, nombrando al amor y la fe como una ilusión cruel, que simplemente nos pareció la verdad, la mejor forma de existir, aun cuando nuestras esperanzas se destruyan con cada ruptura, cada caída. Pero Cohen levanta su copa de sangre, e intenta salvar la gracia de sus romances, desesperanzado. En “Steer your way”, cuyo coro debe algo a “Closing Time”, pero ardiendo en furia y tristeza, vuelve el violín hambriento, y don Leo se pone ya en plan de guía astral, dirigiéndonos a través de la miseria y la decadencia de este mundo, las ilusiones de la mente y del amor, despojándose de toda trayectoria humana, y quizás con rumbo hacia el más allá, hacia el camino dorado, el único; Es la cumbre de éstas atrevidas disertaciones teológicas, pero no la traduciré, descúbralas usted, hermano(a) si así lo desea: Dirige tu camino más allá de las dudas y la fe, como quien resuelve un acertijo, o un enigma.
Así culminó su carrera, con broche de oro, y su obra se cierra perfectamente como un círculo sin fin, a la luz de su muerte, y del asombroso epitafio de You want it darker ... Y uno no puede dejar de preguntarse ¿a quién va dirigido ese título?: ¿Quién quiere qué más oscuro, ¿nosotros le pedimos esto, un disco con sus rolas más darks, su hijo le sugirió o lo dirigió hacia ese tono tan negro para el disco?, ¿o se dirige a Dios mismo, al Gran espíritu del Cosmos y el Caos, como sugiere la letra? (traduzco: “If You are the Dealer”…Si Tú eres el repartidor de las cartas… “I’m out of the game” …Me retiro del Juego… “If you are Healer”, si Tú eres el Sanador… “I’m broken & lame” …Yo estoy Roto y cojeando… “If thine is the glory, then mine must be the shame” …Si vuestra es la Gloria, entonces mía debe ser la vergüenza… “You want it darker”… Tú lo quieres más oscuro… “We kill the flame”… Nosotros, matamos la flama… “Magnified, Sanctified: Be the Holy Name; Vilified, crucified in the human frame”… Magnificado, santificado, sea el nombre sagrado; Vilipendiado, crucificado, en el marco de lo humano” “A million candles burning for the Love that never came” …Un millón de velas ardiendo por el Amor que nunca llegó… “You want darker… We kill the flame”… Idem. Casi un hereje, puex, como lo hace en varias de estas canciones: “On the level”, balada que arranca con un piano tipo "Smoke get’s in your eyes”, dice: “I turned my back on the Devil, I turned my back on the Angel too”; o que tal esto, de la oscurísima “Seemed the better way”, donde nuevamente se dirige, retador, a Jesucristo: “It seemed the better way, when first I heard him speak, But now it’s much too late, to turn the other cheek” ( parecía el mejor camino, cuando lo escuché hablar por primera vez, pero ahora es demasiado tarde, para ofrecer la otra mejilla)… “Sounded like truth, seemed the better way, sounded like the truth, but its not the truth today”… (Sonaba como la verdad, parecía el mejor camino, sonaba como la verdad, pero ya no es cierta hoy)… “I better hold my tongue, I better take my place, lift this glass of blood, try to save the grace” (Será mejor que calle mi lengua, será mejor que me ponga en mi lugar, que levante esta copa de sangre, y la gracia intente salvar)… Como les decía, en este regalo terminal, el master Cohen es todo un maldito pagano, si no tuviera tanta fuerza su propia palabra, su inconfundible sabiduría, la soberbia belleza de estas piezas, mismas que lanzara a la venta (y desde luego gratis para las huestes de la interred), apenas tres semanas antes de despedirse definitivamente de entre los mortales, para convertirse, ahora sí, en un mito siemprevivo de la música moderna y la poesía contemporánea.
            Tan sólo ocho piezas y un reprise, pero todas de una calidad apabullante, una profundidad inaudita, una precisión insólita: Al terminar el disco, estoy hecho un mar de lágrimas, pero mi padre está seco, Out of tears; Él no llora, es un cimeriano, esperando entrar al Valhalla, así que yo lloro por él. No pude evitarlo, recuerdo, mientras escribo esto, pues las canciones de Tu lo quieres más oscuro son el Testamento de una voz tocada y disputada por los dioses y los demonios, acariciada por la creación misma como una fuente de poder y lujuria, de amor y muerte.  Y Karen, la flor de piel morena y espíritu libre que ilumina mi jardín, me miró con una sonrisa un poco triste, pero satisfecha, tras su pequeña travesura: Encender nuestro sagrado corazón familiar, nuevamente, con las últimas canciones del maestro Leonard Cohen. So long, Master, Steer your way to heaven.