MAR DE MÚSICA
IV
HASTA SIEMPRE, COMANDANTE COHEN
SEGUNDA PARTE
Tan
pronto como salió su último disco, el You
want it Darker (2016), Leonardo Cohen tomó su equipaje ligero, un maletín
lleno de ideas sin terminar, sus poemas favoritos, el recuerdo de sus amores, su
amor por el Todo, y emprendió el viaje al más allá. Pero por dos años, yo me
negué a escucharlo en youtube, o cualquier otra vía de streaming gratuito. En
la casa de mis padres, la polvosa colección de discos de mi father se precia de
tener todos los LP’s originales de sus ídolos roqueros, de sobra está decir que
entre los solistas más apreciados, está don Cohen, quizás sólo detrás de Dylan
(por cierto, muchos pensamos que, si acaso se le iba a conceder el polémico
Nobel a algún roquero literato, debió ser a Leo, más que a Bob, aunque tampoco
hubiera podido asistir a recibirlo, por su delicado estado de salud). Así pues,
los últimos dos Old ideas (2012) y Popular Problems (2014), me encargué de
comprarlos aún en una decadente Mixup, y se incorporaron a la colección de
discos originales de mister Leonard. Pero con el último ya no fue tan fácil. En
las tiendas de discos que visité, me miraban como a un loco al mencionar su
nombre, aun cuando su muerte estaba en todos los medios masivos de desorientación.
Y mi padre ya no tenía una tarjeta de crédito, ni caminaba ya hasta su estudio
donde juntos, por varios años, solíamos escoger los discos que él mandaba pedir
por Amazon, y llegaban como traídos por cigüeñas, hasta las puertas de esta, La
Casa que Canta. Entonces me quedé sin oír el You want it darker un par de añejos, acaso ponía la primera rola, y
ante sus poderosas palabras y textura tipo réquiem, me detenía, apagaba la
compu, y más bien furioso, me prometía comprar algún día su último disco
original, y lo escucharía con mi padre, su discípulo y mi maestro, en la sala
de este soleado hogar, así fuera el último álbum que comprara para esta
colección de mi laureado padre, don José Agustín. Pero mis escasos ingresos
difícilmente me permitieron ir a la Gran Tenochtitlán, donde intuía que podría
encontrar el disco en librerías como el Péndulo, en la Roma. El caso es que esa
posibilidad se fue alejando, año tras año, mes tras mes, día tras día,
pensamiento a pensamiento, como el pasillo que se vuelve un túnel casi infinito
en Poltergeist, y frustrado, me
prohibí escuchar esas nueve canciones, y por consecuencia, mis jefes tampoco las
escucharon, por dos años, aun cuando yo me moría de ganas de oírlo gratis en
yutub, y compartirlo con mis vetustos padres; Pero era una cuestión de
principios, para entonces, algo personal, el pagar, como familia, por ese disco
compacto, como lo habíamos hecho por todos los otros de don Leo, para colocar
aunque sea unos centavos en la bóveda del tesoro de mister Cohen, que en mi
opinión, merece cualquier tipo de retribución, por sus palabras mágicas, aún en
este decadente esquema capitalista. Así rodaron los días del calendario, hasta
que, para salvarnos de esta maldición, permítanme agregar un personaje catalizador,
en esta historia real, y a continuación les presento a Karen, mi novia, la
mujer más dulce que yo haya conocido, y que aparece en esta historia salida de
un sueño o un misterio nocturno y humeante, una dama tan bella como las mejores
musas de las bellas artes, al menos a mis ojos. Ella me permitió acercarme otra
vez a su vida, después de que fuimos novios hace veintitantos años, en nuestra
adolescencia, y permanecimos ligeramente enamorados de nuestro recuerdo juntos,
pacientemente alejados desde entonces, en silencio mutuo, vivimos nuestras
vidas y de pronto, cuando los dioses lo consideraron divertido, nos reunieron
otra vez. Y esa es la razón de que yo esté escribiendo este Blog, aparte de
para rendir un justo homenaje a mi padre, otrora tan vital, y hoy tan
silencioso, es para impresionar a Karen, mi amor y mi amante, el carbón y el fuego
que alimentan la locomotora de este Memorial de nuestra Amnesia/Naufragio en un
Mar de Música… Fue ella quien, en secreto, mandó pedir el You want it darker, por internet (yo me aferraba a la idea de
comprarlo en la vida real, o sea en alguna tienda o el Tianguis del Chopo), y
lo guardó hasta nuestra primera navidad juntos, y me lo regaló en el corazón de
la noche buena del 2018, y al fin pudimos escucharlo mis padres y yo, junto a
ella, y esa es la razón de este renacimiento, la brisa tan cálida y húmeda que
sopla bajo este salto de fe, con cada beso tuyo, mi Cielo. El disco comenzó, y
el espíritu de Leonard Cohen habitó, una vez más, este templo musical, que siempre
fue su casa, tan querida y abandonada tantos años atrás por las furias
creativas que antaño lo habitaron, con mi padre dándole duro a la máquina de
escribir, escuchando las Canciones de Leonard Cohen, de su primer álbum, y
participando del encantamiento de las bellas artes, salidas directo del
manantial, dándole fuerza para escribir como los grandes.
Recuerdo
a mi padre comprando el I’m your Man,
y declarando que ya era mucho más comercial y accesible que sus discos como
trovador/cantautor, los que le dieron su primera fama, en los sixties, cuando sólo
era superado por el invencible Bob Dylan, y acaso no tan popular como Paul
Simon, perseguidos los tres, siempre de cerca, por el carnal Neil Young (y
detrás de él, Donovan, Gordon Lightfoot y Cat Stevens, en esta carrera de
velocidad y resistencia) y todos superados sólo quizás por Lennon, en su faceta
de solista, al menos en popularidad, John es el indiscutible Rey de los Jipis,
y su mensaje de Amor y Pax. Pero en tercer lugar de éxitos, Cohen, y primero en
poesía, en el mundo de la Gran Rocka que Rueda, por lo menos. Además de longevo
y productivo, su carrera fue siempre ascendente y cada vez más pulida, cada uno
de sus últimos discos, brillantes como el diamante de un eclipse solar; Lento
pero seguro, su producción es más escasa pero más selecta que la de Dylan,
quien tiende más a una fertilidad sin freno, tipo Woody Allen, un tercer judío
asombrosamente lenguaraz.
Pero
sin duda el Darker… es la cereza en
el pastel, la corona de su creación, sólo detrás el disco debut, quizá la
segunda más inspirada de sus obras. Cuando al fin lo escuchamos en casa, busqué
un rincón en esa querida oscuridad, y como reza la novela de Philip K. Dick:
“Fluyan mis lágrimas, dijo el policía” (del Karma), me dije a mí mismo, y al
fin me permití estar una última vez con el maestro Leonard Cohen, mientras
miraba de reojo a mi padre, mudo ante el poder de estas últimas letras
ardientes, y levantando la vista como quien mira una aparición, casi como el
joven Frankenstein tratando de atrapar la música del violín en el aire, mi
padre escuchó: “You want it darker, we kill the flame”, “I’m ready my lord”,
reza Leonard Cohen, y yo no pude dejar de pensar en la Pulsión de Muerte, como
ya lo dijo Freud, no me acuerdo en que lado, una pulsión que yo y mi
accidentado padre sentimos fuerte, como la atracción de un abismo negro en el
centro de una galaxia, una atracción fatal que por poco nos devoró en las
noches más oscuras de nuestras almas. Recordé que, antes del accidente, mi
padre pregonaba que su muerte era ya inminente, e incluso le había lavado ya el
coco a la familia con una supuesta fecha, en la que pronosticaba su deceso, un
disparate salido de su mente alterada, sus creencias como vidente, y quizás
algunos infartos cerebrales de otra manera imperceptibles, agregó mi hermano,
el doctor Jesús. Pero no era tal su destino. El accidente en Puebla lo
demostró. A la muerte no se le llama banalmente, he ahí el detalle del suicidio,
ese que pregonaba la terrible “One of us cannot be wrong”, del primer álbum de
Cohen, cuando el Maestro le fallaba al alumno, el mismo mensaje de la “Master’s
song”: “…And just when I was sure, that his teachings were pure, He drowned
himself in the pool!” (y en mis peores momentos, mientras limpio la alberca de
mis padres, no puedo dejar de pensar en mi cadáver hundido en el agua azul, o
peor aún, mi padre sumergido con todo y silla de ruedas, en esa alberca que hoy en día yo limpio como si fuera una manifestación de nuestras almas, that heart shaped pool donde mi papá pasó una buena parte de su vida, nadando como un Tritón gigante). Pero ni él ni yo, que
tanto invocamos a la Calaca inútilmente, nos atrevemos al auto homicidio, y por
lo tanto estamos condenados a vivir en la misma cápsula cósmica, pues aun no
nos hemos ganado esa buena muerte, esa buena muerte que su personaje de Vida con mi viuda se ganó frente a la
Flor azul, esa que el buen Leonard Cohen se ganó en su cama, tras una leve
caída nocturna. Descansa en paz, viejo amigo, si es que puedes, escuchando mis
necedades. Si aún tienes un momento para este bufón, no te quito mucho más tu
tiempo.
Ante el nuevo material, mi padre
guardó silencio, pues desconocía las letras, para corearlas, como gusta de
hacer con todos los grandes éxitos de sus ídolos, Leonardo en un lugar muy
especial. Pero escuchó atento y conmovido, como si se tratara de un viejo
amigo, que lo visitara en la hora final. Era el espíritu de Cohen, volando por
toda la habitación, mi madre también asombrada de las oraciones contenidas en
esas canciones. Al verlo, creo que mi papá se lamentó de porque lo han dejado
atrás, todos esos fantasmas del rocanrol que partieron recientemente, como Fats
Domino, Tom Petty, Chuck Berry y Aretha Franklin (o Chris Cornell, Scott
Weiland y hasta Keith Flint, agregaría yo), además de claro, Bowie y el
mismísimo Leonard Cohen: Y al ver todos esos espíritus pasar (“U R All
welcome...! There is peace and serenity, in the light…”), pude ver que mi padre
se preguntaba cuando llegaría su hora, su honorable muerte, poniendo cara de
Marcello Mastroiani cerca del final de Divorcio
a la Italiana, una de sus pelis favoritas, cuando la recién autoviuda, una
mujer de negro, cornuda y asesina, pasa frente a él con una pistola humeante, y
le dice: “He restaurado mi honor”, y Marcello murmura: “¿Y el mío?”…
Y
así, asombrosamente, fui testigo por última vez de la hermandad de estas dos
almas creativas, José Agustín y Leonard Cohen, cuando de pronto, sin conocer la
canción, mi padre comenzó a cantar el coro de “Treaty” (y me permito recordarles, o aclarar a quienes lo desconozcan, que mi padre realmente padece de amnesia de lo reciente), donde Cohen arranca
quejándose con Jesucristo, de que su vino ya no lo embriaga… Pero mi jefe
comprendió, cachándola en el aire, antes que yo, que también se trata de una
canción de amor (…“I wish there was a treaty, beetwen your love & mine”…)
donde se ruega por un tratado de paz, entre los amantes, entre la guerra y la
paz del amor, donde todo se vale; Cohen y mi father, suspiraron sincronizados,
por un pacto entre aquellos que dicen amarse, una firma que ponga fin a las
distancias, discusiones y peleas inútiles. Pensé en lo mucho que lo he visto
batallar con mi madre, también pensé en mis propias batallas y las de todas las
parejas que he conocido, con sus guerrillas internas, caseras e
intrascendentes, y en mis primeros altercados con Karen, generalmente por
celos, y escuché la canción, y también anhelé ese tratado de paz entre las
parejas de buen corazón.
Después
vienen tres baladas tipo oldies, en tono casi Twin Peaks, que recuerdan las de The Future: “Leaving the table”, donde asegura que se levanta de la
mesa, se retira del juego, no apuesta más: “No necesito un amante, así que
soplen y apaguen la flama”; Bota sus cartas, vemos que traía póker de reinas, y
un as bajo la manga. “If I didnt have your love” es su última canción de amor, con
un órgano angelical y un piano muy sencillo, y me queda claro que yo no hubiera
recibido estos mensajes tampoco, si no tuviera tu amor, Karen de mis sueños, reina
de mí corazón. Más adelante viene una joya en clave blusera, maliciosa y
sensual, pero ahora con el desamor como tema central, una auténtica carta de
despedida, el último deseo de un moribundo muy lúcido, donde retornan
finalmente los clásicos coros de sirenas enamoradas, una marca de la Casa Cohen:
“Traveling light”, un juego de palabras intraducible, pues se refiere tanto a
una “Luz Viajera”, como a un “Equipaje Ligero”, es decir, una luz viajante que
sólo se lleva, al otro mundo, el recuerdo de su amor por una dama, por este
mundo, algunos poemas entre papeles y memorias, y nada más, es hora de
partirnos en dos. Aquí la ruptura amorosa se compara con la muerte y don Leo
proclama su hermandad con otros espíritus vagabundos, radicales libres,
corazones solitarios… Siempre que se hace una mudanza, es una buena oportunidad
para deshacerse de mucha basura, tanto física como espiritual, y de seguir con
esa tendencia, para cuando llega la mudanza final, la del cuerpo y el alma, ya
se debería uno de haber deshecho de todo lo innecesario, todos los lastres de
un karma pagado, para proceder entonces a la demudación, al despegue desencarnado,
hacia las estrellas, nuestro destino. Finalmente, no puedo dejar de mencionar
“It seemed the better way”, la más negra de todas estas criaturas nocturnas, que
arranca con murmullos de canto gregoriano y un violín desgarrador, pues su
inspiración es tan pagana como fiel, nombrando al amor y la fe como una ilusión
cruel, que simplemente nos pareció la verdad, la mejor forma de existir, aun
cuando nuestras esperanzas se destruyan con cada ruptura, cada caída. Pero
Cohen levanta su copa de sangre, e intenta salvar la gracia de sus romances,
desesperanzado. En “Steer your way”, cuyo coro debe algo a “Closing Time”, pero
ardiendo en furia y tristeza, vuelve el violín hambriento, y don Leo se pone ya
en plan de guía astral, dirigiéndonos a través de la miseria y la decadencia de
este mundo, las ilusiones de la mente y del amor, despojándose de toda
trayectoria humana, y quizás con rumbo hacia el más allá, hacia el camino
dorado, el único; Es la cumbre de éstas atrevidas disertaciones teológicas, pero
no la traduciré, descúbralas usted, hermano(a) si así lo desea: Dirige tu
camino más allá de las dudas y la fe, como quien resuelve un acertijo, o un
enigma.
Así
culminó su carrera, con broche de oro, y su obra se cierra perfectamente como
un círculo sin fin, a la luz de su muerte, y del asombroso epitafio de You want it darker ... Y uno no puede dejar
de preguntarse ¿a quién va dirigido ese título?: ¿Quién quiere qué más oscuro,
¿nosotros le pedimos esto, un disco con sus rolas más darks, su hijo le sugirió
o lo dirigió hacia ese tono tan negro para el disco?, ¿o se dirige a Dios
mismo, al Gran espíritu del Cosmos y el Caos, como sugiere la letra? (traduzco:
“If You are the Dealer”…Si Tú eres el repartidor de las cartas… “I’m out of the
game” …Me retiro del Juego… “If you are Healer”, si Tú eres el Sanador… “I’m
broken & lame” …Yo estoy Roto y cojeando… “If thine is the glory, then mine
must be the shame” …Si vuestra es la Gloria, entonces mía debe ser la vergüenza…
“You want it darker”… Tú lo quieres más oscuro… “We kill the flame”… Nosotros,
matamos la flama… “Magnified, Sanctified: Be the Holy Name; Vilified, crucified
in the human frame”… Magnificado, santificado, sea el nombre sagrado;
Vilipendiado, crucificado, en el marco de lo humano” “A million candles burning
for the Love that never came” …Un millón de velas ardiendo por el Amor que
nunca llegó… “You want darker… We kill the flame”… Idem. Casi un hereje, puex, como
lo hace en varias de estas canciones: “On the level”, balada que arranca con un
piano tipo "Smoke get’s in your eyes”, dice: “I turned my back on the Devil, I
turned my back on the Angel too”; o que tal esto, de la oscurísima “Seemed the
better way”, donde nuevamente se dirige, retador, a Jesucristo: “It seemed the
better way, when first I heard him speak, But now it’s much too late, to turn
the other cheek” ( parecía el mejor camino, cuando lo escuché hablar por
primera vez, pero ahora es demasiado tarde, para ofrecer la otra mejilla)…
“Sounded like truth, seemed the better way, sounded like the truth, but its not
the truth today”… (Sonaba como la verdad, parecía el mejor camino, sonaba como
la verdad, pero ya no es cierta hoy)… “I better hold my tongue, I better take
my place, lift this glass of blood, try to save the grace” (Será mejor que
calle mi lengua, será mejor que me ponga en mi lugar, que levante esta copa de
sangre, y la gracia intente salvar)… Como les decía, en este regalo terminal,
el master Cohen es todo un maldito pagano, si no tuviera tanta fuerza su propia
palabra, su inconfundible sabiduría, la soberbia belleza de estas piezas, mismas
que lanzara a la venta (y desde luego gratis para las huestes de la interred), apenas
tres semanas antes de despedirse definitivamente de entre los mortales, para
convertirse, ahora sí, en un mito siemprevivo de la música moderna y la poesía
contemporánea.
Tan
sólo ocho piezas y un reprise, pero todas de una calidad apabullante, una
profundidad inaudita, una precisión insólita: Al terminar el disco, estoy hecho
un mar de lágrimas, pero mi padre está seco, Out of tears; Él no llora, es un
cimeriano, esperando entrar al Valhalla, así que yo lloro por él. No pude
evitarlo, recuerdo, mientras escribo esto, pues las canciones de Tu lo quieres más oscuro son el
Testamento de una voz tocada y disputada por los dioses y los demonios,
acariciada por la creación misma como una fuente de poder y lujuria, de amor y
muerte. Y Karen, la flor de piel morena
y espíritu libre que ilumina mi jardín, me miró con una sonrisa un poco triste,
pero satisfecha, tras su pequeña travesura: Encender nuestro sagrado corazón
familiar, nuevamente, con las últimas canciones del maestro Leonard Cohen. So
long, Master, Steer your way to heaven.